sábado, 25 de junio de 2011

3a. Crónica Católica: La Salvación según Roma - Autor: Keith Green



-- Crónicas Católicas --

 
Parte 3 - La Salvación Según Roma


¡... la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor!   (Rom 6:23)
¡Qué gran dicha es conocer a Jesús!  ¡Su amor, Su misericordia, Su justicia, Su clemencia!   ¡Él ha prometido “arrojar nuestros pecados a las profundidades del mar” (Miqueas 7:19) y separarnos de nuestros pecados “tan lejos como está el este del oeste”! (Salmo 103:12).
¡Esta es la buena noticia! (Ese es el significado literal de la palabra “evangelio”, ¡buenas noticias!).  Eso es lo que la verdadera Iglesia de nuestro Dios tiene el derecho de proclamar... “libertad a los cautivos” (Lucas 4:18).

La razón por la que empiezo este artículo acerca de la mirada católica romana de la salvación con tal regocijo en mi Salvador, es porque he terminado de leer una montaña de literatura oficial de la iglesia romana sobre el tema, y puedo decir con toda sinceridad que nunca había tenido tal alegría en lo profundo de mi corazón por la obra terminada de Cristo.  
Mientras recorría minuciosamente cada página y leía acerca de penitencia, confesión, pecados veniales y mortales, indulgencias, purgatorio, etc., tenía además el infinito placer de buscar en las Escrituras para ver qué tenían ellas que decir sobre estas doctrinas católicas fundamentales.

¡Ah!, ¡qué alivio encontraba mi alma en las Escrituras!  ¡Qué regocijo santo!  ¡Qué claridad de luz veía, a medida que el simple resplandor de la misericordia de Dios iluminaba mi mente!  Si hay algo más hermoso que el Amor y la paciencia de Dios con el hombre, ¡nunca ha sido revelado a los mortales!

Todo esto para decir que estoy *empantanado/atascado* con la información que he acumulado y, probablemente, voy a tener que incluirla toda en esta III Crónica tocando brevemente cada tema, cada vez /siempre volviendo a la pregunta principal:
¿Cómo pueden un hombre o una mujer - según Roma- ser salvados de las consecuencias de su naturaleza de pecado y de sus acciones, y cómo pueden tener seguridad de que están en una posición correcta ante Dios?   
* [tiene tanta información, que le resultará difícil presentarla]

La Enseñanza Católica Sobre el Pecado
Antes de que podamos entender qué se les enseña a los católicos acerca de la salvación, debemos ver primero qué se les enseña en cuanto a de qué necesitan ser salvados.  En Mateo 1, el ángel del Señor le habla a José en un sueño sobre su prometida, María, diciendo: “Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» (v.21).

Hoy, muchos evangélicos lanzan el término “salvo/salvado” sin pensar mucho.  “¿Cuándo fuiste salvado? /¿Cuándo te salvaste?”, podría preguntar alguien.  Es casi como un título, o una insignia que usa una persona para probar que ha llegado a ser parte de  un club  - el club de los “salvados”.  
Otros, tienen la impresión de que cuando una persona habla de ser “salva”, está hablando acerca de ser salvada de muchas cosas diferentes - enfermedad, muerte, el diablo, el infierno, etc.
Pero cuando el ángel del Señor usó esa preciosa palabra para profetizar que Jesús cumpliría todas las predicciones de los profetas, dejó muy claro de que Jesús venía a salvar a Su pueblo de... ¡sus pecados!

En la teología oficial Católica Romana, esto también es lo principal /lo más importante que se le enseña a la gente: que necesitan ser salvados de... sus pecados.  
Pero, la única cosa que las enseñanzas católica y evangélica tienen en común en materia de pecado... ¡es [el nombre de] la palabra!  Porque cuando un católico habla sobre sus “pecados”, usted debe averiguar primero si él está hablando acerca de pecados “mortales” o “veniales”.  
Y entonces debe preguntarle, “¿cómo te libras de ellos?”  
La respuesta recibida probablemente confundirá a un no-católico.   Porque palabras como “fe”, “arrepentimiento” -e incluso “Jesús”-  por lo general faltarán en esa respuesta.   En cambio, un evangélico tendrá que aprender, definir y entender toda una lista nueva de palabras antes de poder captar del todo cómo se le enseña a un católico que sus pecados (y el castigo correspondiente a ellos) pueden ser  anulados /contrarrestados.


Pecados veniales y mortales
Las primeras de estas palabras desconocidas son los nombres de los dos grupos en los que Roma ha dividido todos los pecados.  

Ahora, si usted es católico, podría estar preguntándose por qué estoy haciendo tanto aspaviento /dándole tanta importancia a esto.   - (Porque la división de los pecados en dos categorías distintas -cada una con sus propias consecuencias y remedios /reparaciones- han sido parte de la doctrina católica por muy largo tiempo).

Conforme a la definición de Roma, el pecado mortal es descrito como “cualquier ofensa grave contra la ley de Dios”, y se le llama así porque “es mortal, matando el alma y sujetándola a castigo eterno”.  
Los pecados veniales (1]), por otro lado, son “pequeñas y perdonables ofensas contra Dios y nuestro prójimo”.   A diferencia de los pecados mortales, se piensa que estos no condenan a un alma al infierno, pero con la comisión /perpretación de cada pecado venial una persona aumenta su necesidad de permanecer por más largo tiempo en los fuegos purificadores de un lugar llamado “purgatorio”.   (Busque  esa palabra en su Diccionario Bíblico - ¡la encontrará justo al lado de “venial”!)

Ahora, no hay acuerdo entre los sacerdotes en cuanto a cuáles pecados son mortales y cuáles son veniales, pero todos prosiguen en el supuesto de que tal distinción existe.  El método de clasificación es puramente arbitrario.  Lo que es venial según uno puede ser mortal según otro.  Según Roma, el Papa es infalible en materias de fe y doctrina.  Debería ser él entonces quien supiera cómo resolver esta importante materia, catalogando con precisión /exactitud esos pecados que son mortales en contraposición a esos otros que son veniales.

Sin embargo, hay algunos definidos en la categoría “mortal”: romper abiertamente uno de los diez mandamientos, prácticamente todas las ofensas sexuales (ya sea de palabra, pensamiento u obra) y una larga lista de transgresiones que han cambiado a través de los siglos.
Por ejemplo, hasta el Vaticano II era pecado mortal asistir a una iglesia protestante, poseer o leer una Biblia protestante, ¡o comer carne los viernes!   ¡Ah!, y todavía es pecado mortal “faltar a Misa el domingo en la mañana (2]) sin una buena excusa” (¡lo que significa que considerablemente más de la mitad de los que afirman ser miembros de la iglesia católica romana a través del mundo están constantemente en pecado mortal!).

Los pecados veniales incluyen cosas como tener malos pensamientos, tener motivos incorrectos /malos, perder los estribos/la paciencia, etc. - cosas que no necesariamente “llevan al pecado propiamente dicho” pero aun así, son pecados que necesitan ser erradicados de alguna forma.


¿Qué dice la Biblia?
La Biblia no hace distinción entre pecados mortales y veniales.   De hecho, no hay tal cosa como un pecado venial.  ¡TODO PECADO ES MORTAL!  Es verdad que algunos pecados son peores que otros; pero también es verdad que todos los pecados -si no son perdonados- traen muerte al alma.  La Biblia dice simplemente: “La paga del pecado es muerte” (Rom 6:23).  Y Ezequiel 18:4 dice: “El alma que peque, morirá”.
Santiago dice que “el que cumple con toda la ley pero da un traspié en un solo punto, es culpable de haberla quebrantado toda” (2:10).  Él no quiso decir que la persona que comete un solo pecado es culpable de todas las otras clases de pecados, sino que incluso un pecado no expiado deja a una persona completamente fuera del cielo y la somete a castigo, tan claro como que un paso en falso del montañista lo hace despeñarse hacia la destrucción en el cañón abajo.
Sabemos con qué rapidez la naturaleza humana se agarra de cualquier excusa para pecar.  Roma parece estar diciendo “¡estos pecados son realmente malos!, ¿pero esos?...  Bueno... ustedes pueden escaparse con unos pocos y no sufrir mucho, en realidad”.  
Hablando de “escaparse /librarse” de algo, vamos a ir de lleno a cómo enseña Roma que uno puede “deshacerse” /librarse de sus pecados.


Confesión
El sistema católico comienza a hacerse muy complicado cuando empezamos a examinar las formas en que uno puede borrar tanto sus pecados mortales como los veniales.
Dos tipos de castigo se deben al pecado mortal: eterno (en el infierno para siempre), y temporal (en el purgatorio).  El castigo eterno se cancela/anula ya sea por el bautismo (3]) o la confesión a un sacerdote”. (4])
El catecismo de Baltimore define confesión como sigue:
Confesión es contarle nuestros pecados a un sacerdote autorizado con el propósito de alcanzar /conseguir perdón.”  Aquí, las palabras importantes son “sacerdote autorizado”.
Y para que sea genuina, una confesión debe ser oída, juzgada, y seguida por la obediencia al sacerdote autorizado cuando él asigna una penitencia como: buenas obras, oraciones, ayunos, abstinencia de ciertos placeres, etc.   
Una penitencia puede definirse como “un castigo asignado por el sacerdote, sufrido/recibido en señal de arrepentimiento por el pecado” - generalmente, una pena muy leve.
El catecismo de Nueva York dice: “Debo contarle mis pecados al sacerdote para que él pueda darme la absolución”. (5])  Una persona que, a sabiendas, retiene/oculta un pecado mortal en la confesión comete un espantoso sacrilegio, y debe repetir su confesión.


El Rol del Sacerdote
La ley 888 del Canon dice: “El sacerdote tiene que recordar que al oír la confesión él es un juez.”  Y el libro Instrucciones para No-Católicos (6]) dice:  “Un sacerdote no tiene que pedirle a Dios que perdone los pecados de ustedes.  El sacerdote mismo tiene el poder para hacer eso en el nombre de Cristo.  Sus pecados son perdonados por el sacerdote igual como si usted se arrodillara delante de Jesucristo y se los dijera a Cristo mismo.” (7])  

El sacerdote perdona la culpa de los pecados mortales -lo que salva al penitente de ir al infierno- pero no puede remitir la pena debida a esos pecados; y por eso, el penitente debe expiarlos/repararlos realizando las buenas obras que él prescribe.  
El penitente puede ser -y generalmente es-  interrogado por el sacerdote, de modo que él o ella puedan hacer una confesión completa y apropiada/adecuada [verdadera/auténtica].  
Se pone énfasis en el hecho de que cualquier pecado no confesado no es perdonado, cualquier pecado mortal no confesado en detalle no es perdonado, y la omisión de siquiera un pecado (mortal) puede invalidar la confesión completa.   A todo católico romano leal se le requiere /exige bajo pena de pecado mortal ir a confesarse al menos una vez al año, aunque se dice que la confesión mensual es más satisfactoria.  
Pero, incluso después de que un penitente ha recibido perdón, permanece una gran cantidad -pero desconocida- de castigo, para ser sufrida en el purgatorio.” (8])

La doctrina del purgatorio se apoya en el supuesto de que si bien Dios perdona los pecados, Su justicia, sin embargo, demanda que el pecador deba sufrir el castigo completo que le corresponde por su pecado antes de que se le permita entrar al cielo.
Técnicamente, los pecados veniales no necesitan ser confesados, puesto que son comparativamente leves y pueden ser cancelados mediante buenas obras, oraciones, extremaunción, (9]) etc., pero los términos son bastante elásticos y permiten una considerable libertad de acción de parte del sacerdote.  Generalmente, se aconseja que es más seguro confesar supuestos pecados veniales también, puesto que únicamente el sacerdote es capaz de juzgar adecuadamente cuáles son mortales y cuáles veniales.  
El catecismo de Baltimore dice:  “Cuando no hemos cometido ningún pecado mortal desde nuestra última confesión deberíamos confesar nuestros pecados veniales o algún pecado dicho en una confesión previa por el que estemos arrepentidos  otra vez, con el fin de que el sacerdote pueda darnos la absolución.” (10])
¿Qué oportunidad tiene un pobre pecador frente a un sistema como ése?
Como ejemplo, un ministro amigo mío que fue formado en la iglesia católica cuenta el caso de  su hermano mayor, quien iba a confesarse cada semana y confesaba el mismo pecado, al mismo sacerdote, y se le daba la misma penitencia con el fin de recibir absolución.  Esto se llevó a cabo semana tras semana, año tras año.  Un día, estando de viaje, decidió que no rompería su patrón de confesión semanal, así que fue a otra iglesia católica en la ciudad que estaba visitando.   Fue al confesionario y confesó el mismo pecado -a un sacerdote diferente.  Empezó con “Perdóneme Padre, porque he pecado” y entonces empezó a confesar el pecado de nuevo, pero esta vez quedó impactado cuando el sacerdote dijo: “Pero, hijo mío, ¡ese no es un pecado!”  El hermano de mi amigo se paró, salió apresuradamente, y a partir de ese día no ha vuelto a poner un pie en ninguna iglesia.

 
Desarrollo Histórico
Rastreamos en vano por cualquier palabra en la Biblia que apoye la doctrina de la “confesión auricular” (11]).  
Es igualmente imposible encontrar cualquier autorización o práctica general de ello durante los primeros 1.000 años de la era cristiana.  Ni una sola palabra se encuentra en los escritos de los primeros padres de la iglesia acerca de confesar pecados a un sacerdote o a algún otro, excepto a Dios.  La confesión auricular no se menciona ni una sola vez en los escritos de Agustín, Orígenes, Nestorio, Tertuliano, Jerónimo, Crisóstomo, o Atanasio; todos ellos y muchos otros, aparentemente vivieron y murieron sin siquiera pensar en ir a confesarse.  Se pensaba que nadie aparte de Dios es digno de oír confesiones, o garantizar perdón.
La confesión fue introducida en la iglesia primero como algo voluntario, en el siglo quinto, por la autoridad de Leo el Grande.  Pero no fue sino hasta el IV Concilio Lateranense, en 1215, bajo el Papa Inocencio III, que la confesión auricular privada se hizo forzosa, y a toda la gente católica romana se le exigía confesarse y buscar absolución de un sacerdote al menos una vez al año.  Si no obedecían este mandato, se les declaraba culpables de pecado mortal y condenados por la eternidad al infierno. (12])


¿Puede un sacerdote perdonar pecados?
Las Escrituras enseñan que sólo Dios puede perdonar pecados (Marcos 2:7).  “El Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados” (Mateo 9:6).
El Dr. Zachello cuenta de su experiencia como sacerdote en el confesionario antes de dejar la iglesia romana en estas palabras:
“Donde mis dudas verdaderamente me estaban aproblemando era dentro del confesionario.  Personas viniendo a mí, arrodillándose frente a mí, confesándome sus pecados.  Y yo, con la señal de la cruz, estaba prometiendo que tenía el poder para perdonar sus pecados.  Yo, un pecador, un hombre, estaba tomando el lugar de Dios.  Eran las leyes de Dios las que estaban siendo quebrantadas, no las mías.  A Dios, por ende, se debe confesar; y a nadie más que a Dios se debe rogar por perdón.” (13])

De hecho, la única palabra en la Biblia acerca de confesar pecados a otro que no sea a Dios mismo se encuentra en Santiago: “Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados.” (5:16).  Es obvio que el Señor se refiere a lo que Él dice en Apocalipsis capítulo 1, que “ha hecho de nosotros un reino, sacerdotes al servicio de Dios Su Padre” (v.6).   Y Pedro llama a la Iglesia “linaje escogido, real sacerdocio” (1 Pedro 2:9).  Aunque usted no lo crea, la única mención en el Nuevo Testamento acerca de que los creyentes sean sacerdotes se usa en un contexto donde están incluidos todos los creyentes verdaderos, no unos pocos selectos.   Esa es la razón por la que Santiago pudo decir que nos confesemos los pecados “unos a otros”.

A los católicos les encanta citar el versículo en Juan 20:23 para probar que sus sacerdotes tienen el poder para “perdonar y retener” pecados. “A quienes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados”.  Los poderes para perdonar y retener pecados les fueron dados a los apóstoles como proclamadores de la Palabra de Dios, no como sacerdotes.   
[vers. 21-22: “... Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes. 22 Acto seguido, sopló sobre ellos y les dijo: ...]   
Como ya lo señalamos, no hay “sacerdotes” cristianos en la enseñanza y doctrina del Nuevo Testamento.  Pastores, sí.  Diáconos, sí.  Apóstoles, profetas, maestros, evangelistas, sí.  Sacerdotes, ¡no!
Jesús les estaba diciendo a sus seguidores que por la predicación el evangelio, se les estaba dando el poder de declarar que los pecados de una persona eran perdonados por Dios.  Y si un individuo, o un grupo, no los recibía a ellos y al perdón que ofrecían en el nombre de Jesús,  tenían la instrucción de “sacudir el polvo de sus pies” como protesta contra ellos, y de advertirles que “en el día del juicio el castigo para Sodoma y Gomorra será más tolerable que para ese pueblo” (Mateo 10:14-15).  
En otras palabras, que si una persona rechazaba la predicación de los apóstoles [acerca] del evangelio, éstos tenían el derecho de decirle a esa persona que sus pecados no eran perdonados, porque había rechazado la única provisión para la expiación de los pecados.  »El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió.» (Lucas 10:16).  
Este poder para perdonar y retener pecados -contrariamente a lo que Roma enseña- pertenece a todo aquel que predica el verdadero evangelio de la salvación.


Penitencia
En el sistema romano, la penitencia es uno de los siete sacramentos. (14])
El catecismo de Baltimore define penitencia como “el sacramento por el cual, a través de la absolución del sacerdote, son perdonados los pecados cometidos después del bautismo.” (15])
Otro catecismo publicado en Nueva York dice: “el sacerdote me da penitencia para ayudarme a compensar, porque el castigo temporal no siempre hace satisfacción plena /da cumplimiento íntegro por mis pecados.  Yo, por lo tanto, debería hacer otros actos de penitencia... y tratar de ganar indulgencias.”  
Y en Instrucciones para No-católicos dice:  “después de la confesión, algunos castigos temporales por el pecado generalmente permanecen.  Por lo tanto, usted debería realizar otros actos de penitencia también, para que pueda compensar estos castigos, y evitar una larga estadía en el purgatorio.” (16])


La Penitencia como un Sistema de Obras
Esto en realidad es salvación por obras.  Porque la penitencia, como dice el catecismo, implica la confesión de los pecados de uno a un sacerdote y el hacer buenas obras como la única manera por la cual pueden ser perdonados los pecados cometidos después del bautismo.  Así, la iglesia de Roma demanda actos de penitencia antes de garantizar perdón, infiriendo que el sacrificio de Cristo no fue suficiente para expiar completamente el pecado y que debe ser suplementado en cierta medida por estas buenas obras.
Pero lo que Dios demanda no son actos de penitencia sino arrepentimiento, lo que significa  apartarse del pecado.  “Que abandone el malvado su camino, y el perverso sus pensamientos.  Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar, y de él recibirá misericordia.” (Isaías 55:7
La manera fácil en la que la iglesia de Roma lidia con el pecado se ve en esta doctrina de la penitencia.   Comparativamente, el penitente recibe perdón con facilidad.  Se le asigna alguna tarea que cumplir, por lo general no demasiado difícil  - a veces simplemente recitar un número dado de “Ave Marías”.  
El resultado es que no tiene ningún reparo/escrúpulo en reanudar su rumbo malvado.   Martín Lutero quedó impactado cuando leyó en el Nuevo Testamento griego editado por Erasmo que Jesús no dijo: “hagan penitencia”, como había sido traducido por la iglesia romana, sino “arrepiéntanse”.


Penitencia versus Arrepentimiento
La penitencia es una cosa completamente diferente al arrepentimiento del evangelio.  
La penitencia es un acto externo.  El arrepentimiento es del corazón.
La penitencia es impuesta por un sacerdote romano.  El arrepentimiento es una obra del Espíritu Santo.  
Lo que Dios desea en el pecador no es un castigo a sí mismo por los pecados, sino un cambio de corazón, un verdadero abandono del pecado, demostrado por una nueva vida de obediencia a los mandatos de Dios.   
En resumen, la penitencia es una falsificación del arrepentimiento.  Es la obra del hombre en su cuerpo.  El verdadero arrepentimiento es el trabajo de Dios en el alma.  La Palabra Divina manda: “Rásguense el corazón y no las vestiduras.” (Joel 2:13).  La penitencia es “rasgar las vestiduras” - una forma externa sin realidad interior.

Aunque el romanismo enseña que Cristo murió por nuestros pecados, también enseña que Su solo sacrificio no fue suficiente, y que deben agregársele nuestros sufrimientos para hacerlo efectivo.  De acuerdo a esto, muchos han tratado de obtener salvación mediante ayunos, rituales, flagelaciones, y varios tipos de buenas obras.   Pero los que intentan tal camino siempre encuentran que es imposible hacer lo suficiente para ganarse la salvación.
El Dr. C.D. Cole dice:
El romanismo es un complicado sistema de salvación por obras.  Ofrece la salvación con un plan de pago a plazo; entonces ve en ello que el pobre pecador siempre está retrasado en sus cuotas/pagos, de modo que cuando muere hay un gran saldo impago, y debe seguir con los pagos mediante sufrimientos en el purgatorio, o hasta que la deuda quede saldada por las oraciones, las limosnas, y los sufrimientos de sus parientes y amigos vivos.  El sistema entero y el plan demandan mérito y dinero desde la cuna hasta la sepultura e incluso más allá.  Sin duda, la sabiduría que trazó tal plan de salvación no es de arriba.” (17])   


La Enseñanza Bíblica acerca de las Buenas Obras
Las buenas obras son, por supuesto, agradables a Dios, y tienen un lugar importante y necesario en la vida del cristiano.  Ellas vienen naturalmente si uno tiene fe verdadera, /[O: Son, por naturaleza, una consecuencia de que uno tiene fe verdadera], y se llevan a cabo por amor y gratitud a Dios, por la gran salvación que Él nos ha concedido.  
Las buenas obras, en otras palabras, no son la causa y base de la salvación, sino más bien los frutos y la prueba de la salvación.  “... no por nuestras propias obras de justicia sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo” (Tito 3:5).  
El cristiano nacido de nuevo produce buenas obras tan naturalmente como la vid produce uvas.  Son parte de su propia naturaleza.  Las realiza no para ser salvado, sino debido a que es salvo.


La Salvación por Gracia
La Gracia -justamente porque es gracia- no es dada en base a un procedimiento por méritos.  De ningún modo las buenas obras de un hombre en esta vida pueden considerarse un equivalente justo para las bendiciones de la vida eterna.  Pero todos los hombres, debido al orgullo, naturalmente sienten que deberían ganarse la salvación, y un sistema que les proporciona lo necesario a ese respecto les resulta atractivo de buena gana/fácilmente.   Pero Pablo pone el hacha a /desvirtúa tal razonamiento cuando dice: “Si esto es así, ¿estará la ley en contra de las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Si se hubiera promulgado una ley capaz de dar vida, entonces sí que la justicia se basaría en la ley” (Gálatas 3:21).  
Una y otra vez las Escrituras repiten que la salvación es de gracia, como anticipándose a la dificultad que tendrían los hombres en aceptar el hecho de que ellos no serían capaces de ganársela.
El Concilio de Trento, en su oposición a la doctrina de la justificiación por fe de los reformadores y en defensa a su doctrina de la penitencia, declaró: “Cualquiera que afirme que los hombres son justificados con la sola imputación de la justicia de Cristo... sea maldito.” (18])

[Agrego la versión oficial en castellano.
Título: “Cánones sobre la justificación” - en “Decreto sobre la justificación”
CAN. XI. Si alguno dijere que los hombres se justifican o con sola la imputación de la justicia de Jesucristo, ...; o también que la gracia que nos justifica, no es otra cosa que el favor de Dios; sea excomulgado.]

Y el Almanaque Católico dice: “La penitencia es necesaria para la salvación... y fue instituida por Cristo para el perdón de los pecados”. (19])
Las enseñanzas de la iglesia moderna coinciden completamente:
Muchas cosas son necesarias para la salvación.  Todas estas cosas operan juntas -fe, bautismo, la Eucaristía, el hacer buenas obras, y otras también.   La redención es una cosa, la salvación es completamente otra.  No hay nada que falte por parte de Cristo; hay mucho por hacer por parte nuestra.” (20]).
También, en un cuadernillo publicado en 1967, bajo el subtítulo “Nosotros También Debemos Hacer Expiación/Reparación” dice que:
aun cuando la satisfacción de Cristo fue completa y universal; no obstante, todos los cristianos adultos están obligados a imitar a su Maestro sufriente y hacer satisfacción personal por sus pecados mediante buenas obras.(21]).  
Pero, el apóstol Pablo, en su obra maestra sobre la justificación por fe dice: “Y ahora que hemos sido justificados por Su sangre, ¡con cuánta más razón, por medio de Él, seremos salvados del castigo de Dios!” (22]) (Romanos 5:9)   “... «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia.»  4 Ahora bien, cuando alguien trabaja, no se le toma en cuenta el salario como un favor sino como una deuda. 5 Sin embargo, al que no trabaja, sino que cree en el que justifica al malvado, se le toma en cuenta la fe como justicia.” (Romanos 4:3-5).
¡Qué significativa coincidencia es que a esta doctrina de la justificación por fe se le da tal prominencia en la “Epístola a los Romanos”, ya que más tarde Roma llegó a ser el asiento del papado!  Parece estar escrita ahí como si tuviera la intención de ser una protesta enérgica y permanente contra los errores de la iglesia romana.


Seguridad de la salvación
La primera consecuencia de la doctrina de la penitencia (al igual que las doctrinas del purgatorio y las indulgencias) es que el católico romano, aunque bautizado y confirmado, nunca puede tener esa seguridad de su salvación y ese sentido de seguridad espiritual que es una bendición tan grande para el cristiano verdadero.  
En proporción a lo espiritualmente sensible que es, la persona que se aferra a una religión por obras sabe /( La persona que se aferra a una religión por obras, cuanto más espiritualmente sensible es, más sabe) que no ha sufrido tanto como lo merecen sus pecados, y que nunca puede hacer tanto como debería con el fin de ser digna de salvación.
A un católico romano moribundo -después que ha hecho todo lo que puede y después de los últimos ritos que se le han impartido- se le dice que todavía debe ir al purgatorio.  Ahí él sufrirá una tortura desconocida, sin seguridad alguna de cuánto tiempo durará, pero con la seguridad de que si sus parientes rezan por su alma, y pagan/dan con generosidad suficiente para tener velas encendidas y misas especiales para él, sus sufrimientos de alguna manera serán acortados.
¡Ah, qué contraste con todo eso es la muerte del creyente verdadero, quien tiene la seguridad de que va directamente al cielo a la presencia inmediata de Cristo! (Filipenses 1:23)  ¡Qué maravillosa bendición es la fe verdadera del cristiano, tanto en vida y, especialmente, a la hora de la muerte!  
El Concilio de Trento pronunció incluso una maldición sobre cualquiera que se atreviera a decir que tenía seguridad de la salvación, o que el castigo completo por el pecado es perdonado junto con ese pecado. (23])  Tal seguridad es declarada una falsa ilusión y el resultado de orgullo pecaminoso.  
El tiempo mantiene a los que se sujetan/someten a ella en constante temor e inseguridad.  Incluso frente a la muerte, después de que ha sido administrada la extremaunción y después de que se han rezado miles de rosarios “por el reposo del alma”, el sacerdote todavía no puede dar seguridad de salvación.  La persona nunca es “suficientemente buena”, sino que debe cumplir [sentencia] en la prisión del purgatorio para ser purificada de los pecados veniales antes de que pueda ser admitida en la ciudad celestial.   Nadie puede ser verdaderamente feliz, o estar  realmente en paz.  Y, particularmente en materias espirituales, persisten la duda y la incertidumbre durante la vida entera y hasta la sepultura.

Pero Dios quiere que seamos salvados y, según la Biblia, el Espíritu Santo puede darnos la seguridad de que tenemos salvación cuando tenemos una verdadera, íntima relación con el Hijo de Dios (1 Juan 5:9-12).  
Pero, en el romanismo, uno debe trabajar duro por ella y debe pagar diariamente por ella; y después que ha hecho todo lo que el sacerdote ha prescrito, todavía no puede saber si la tiene o no.   Y a través de todo eso, se alza el anatema del Concilio de Trento contra todo aquel que afirme la certeza de su salvación.   Por consiguiente,  no se puede encontrar en ninguna parte un católico romano consistente con lo que su iglesia enseña, que se alegre en la seguridad verdadera de vida eterna.


Conclusión
Es obvio, incluso por este breve vistazo dentro de las doctrinas de pecados mortales y veniales, confesión, penitencia, y purgatorio, que la Iglesia Católica Romana ha construido uno de los sistemas doctrinales más no-bíblicos/poco bíblicos que alguna vez se haya considerado “cristiano”.  El temor, la angustia, y la esclavitud religiosa que crea tal sistema de “premio y castigo”, ha atormentado a millones de vidas por siglos, y continúa explotando a /alimentándose de aquellos que son/están ignorantes de la manera bíblica/del camino bíblico de salvación.
La iglesia romana es un imperio con sus propias reglas, sus propias leyes, y sus propios temas.  Llama “hermanos separados” (24]) a los miembros de otras fes, y tiene como su meta el ensamblaje /la centralización final/definitivo(a) de todos bajo su bandera.

Sé que muchos no serán convencidos o movidos por este artículo para sacar tal conclusión.  Están impresionados por lo que han oído acerca de recientes conmociones /movimientos entre los católicos en la “Renovación Carismática”.  Muchos evangélicos (especialmente carismáticos) se han ilusionado por los informes/reportajes de católicos hablando en lenguas, danzando en el Espíritu, teniendo noches de alegría y alabanza, incluso asistiendo a “misas carismáticas”.

Bocas que acostumbraban hablar osadamente contra la Iglesia de Roma han sido acalladas por los tiempos/se han silenciado con el tiempo.  Ya no está en boga hablar contra tal error (25]).  Ahora los protestantes -sin darse cuenta de su alcance/inconscientes- creen que “nuestras diferencias no son tan grandes”.
Nunca he entendido del todo por qué Dios me guió a escribir estos artículos.  Pero se vuelve más claro con cada día de estudio y cada página de investigación, que la verdad de la Escritura debe ser defendida para la gloria de nuestro Señor Jesús y por aquellos que necesitan desesperadamente ser libertados.

Notas a pié de página:

1] Venial - fácilmente excusado o perdonado; perdonable - Diccionario “American Heritage”
[DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) venial. (Del lat. veniālis).
1. adj. Que se opone levemente a la ley o precepto, y por eso es de fácil remisión.]
pecado venial.
1. m. Según la doctrina católica, el que levemente se opone a la ley de Dios, o por la parvedad de la materia, o por falta de plena advertencia.
2] “Obligación dominical” - puede cumplirse también asistiendo a Misa un sábado en la tarde.
3] Permitida sólo una vez en la vida de una persona -y si la persona muriera inmediatamente después del bautismo, Roma dice que irá “derecho al cielo”.  De otro modo, las únicas otras condiciones por las que un católico puede tener seguridad de que irá directamente al cielo inmediatamente después de la muerte, es morir “santo” (una persona perfecta y santificada completamente), o morir como mártir.  Todos los demás deben estar algún tiempo en el purgatorio.
4] El bautismo es también el único caso en que todos los pecados son quitados/removidos, y tanto los castigos temporales como los eternos -por el pecado- son cancelados.
5] Absolución -liberar de la pena; exoneración; remisión de los pecados declarado oficialmente por un sacerdote - Diccionario “Webster”.
[DRAE: ~ (absolución) sacramental. 1. f. Acto de absolver el confesor al penitente.
absolver. (Del lat. absolvĕre).
2. tr. Remitir a un penitente sus pecados en el tribunal de la confesión, o levantarle las censuras en que hubiere incurrido.]
6] Primeramente, para uso de aquellos que forman parte de la Iglesia Católica Romana.
7] Instrucciones para No-católicos, pág.93
8] Catolicismo Romano, págs. 197-199 (en adelante, referido como “CR”)
9] Extremaunción - uno de los siete sacramentos, conocido también como “unción de los enfermos” o “los últimos ritos”, y administrado cuando una persona está cerca de la muerte.
10] El Catecismo de Baltimore, pág. 329
11] El título oficial para confesión a un sacerdote autorizado en un confesionario.  Se llama “auricular”, porque es hablado secretamente al oído de los sacerdotes.
12] CR pág. 199
13] CR pág. 203
14] Los siete sacramentos son: Bautismo, Confirmación, (Santa) Eucaristía, Penitencia o Confesión, Orden Sagrado, Matrimonio, Extremaunción.
15] Catecismo Baltimore, pág. 300
16] Instrucciones para No-católicos, pág. 95
17] CR, pág. 257-258
18] Concilio de Trento, sesión VI
19] Almanaque católico, págs. 269, 559.
20] “El Credo de los Apóstoles”, publicado por los “Caballeros de Colón”, págs. 18-19.
21] “Se levantarán otra vez”, publicado por “Los Caballeros de Colón”, pág. 3.
22] Ver también: Efesios 2:8-10; Romanos 1:17; 3:21-22, 28; 5:1, 18-19 y 11:6; Juan 3:36; Gálatas 2:21 y 3:11.
23] CR pág. 267.
24] El término usado por Vaticano II para describir a los miembros de las iglesias ortodoxa oriental, anglicana y protestantes.
25] Aunque las siguientes personas lo hicieron vin vacilar: Martín Lutero, John Bunyan, John Huss, John Wycliffe, Juan Calvino, William Tyndale, John Knox, Thomas Becon, John Wesley, Samuel Cooper, John Cotton y Jonathan Edwards.


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